miércoles, 1 de junio de 2011

Mesas redondas

¡Qué gracia, Rosa! Tanto asistir a actos, conferencias, jornadas, paneles, debates, mesas redondas, ... te hace llegar a conclusiones curiosas.
Como, aparte de asistir como oyente, a veces me toca ir de ponente, me gusta sacar conclusiones de por qué sí o por qué no cada acto me gusta más o menos.
Valoro mucho el tiempo de los demás y, por supuesto, me gusta que valoren el mío. Así que agradezco infinitamente la buena organización de este tipo de actos, que los ponentes aporten ideas interesantes, que sepan exponer y, si es posible (¡que debería serlo siempre!) que den tiempo y oportunidad al debate abierto con los asistentes.
¡Cuántas veces es mucho más enriquecedor el debate que las conferencias! ¡Y qué pocas veces dejan los organizadores tiempo suficiente para que se fragüe un buen debate!
Pues en todo esto, como te decía, he llegado a una conclusión curiosa. Es la siguiente:

Una mesa redonda debe tener un máximo de 5 intervinientes

¿Que por qué 5 y no 4 ó 6? Pues chica, a prueba y error. 
Se supone que las llamadas "mesas redondas", a las que deberíamos llamar mejor "paneles de expertos", son espacios para el intercambio de experiencias, de conocimientos, en fin, para debatir. Pero la realidad es terca y muy diferente a esto. 
Para empezar, ya que organizas una, qué menos que invitar a 4 expertos para darle riqueza y variedad al debate. 4 sería entonces el mínimo... ¿y el máximo?
En el último mes he podido asistir a paneles de expertos de 6, 7, y 8 miembros, y en todos los casos he sacado la misma conclusión. Son demasiados.
Para el oyente, retener más de 5 experiencias es complicado. Pero lo peor es que cuando pasan de 5 no hay debate. ¡No hay tiempo!
Te lo puedo demostrar por "la cuenta de la vieja": Imagínate un panel de 5 expertos. El moderador del panel necesita su propio tiempo para las presentaciones, los turnos de palabra, los comentarios, las conclusiones (¡no puede ser un convidado de piedra!); es como un panelista más, así que ya tenemos 6. Hay que dejar tiempo para las intervenciones de los asistentes: contemos como que son "el séptimo panelista". Una sesión típica dura una hora y media, que son 90 minutos (más se hace interminable). Dejando un mínimo margen para retrasos, los habituales estragos del duendecillo de los audiovisuales, cambios de ponentes entre sesiones, etc., nos quedan más o menos 10 minutos por panelista. ¡Qué menos!
No me parece razonable invitar a un experto de cierto prestigio a participar en un panel para que tenga que hablar 5 minutos a toda prisa, no pueda rebatir a sus contertulios, no reciba preguntas de sus oyentes y se vuelva a su lugar de origen estresado y con mal sabor de boca.
Y si te toca de oyente, ¡para qué te cuento! Algunas experiencias rayan la tortura psicológica.
Así que te lo digo con conocimiento de causa: 5 son compañía, 6 ya son multitud. 








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